jueves, 6 de septiembre de 2012

EL GUÍA SABIO

Del “Libro tibetano de la vida y la muerte” Dos personas han vivido en usted durante toda su vida. Una es el ego, gárrulo, exigente, histérico, calculador, la otra es su ser espiritual oculto, cuya queda voz de sabiduría rara vez ha oído o atendido. A medida que vaya escuchando cada vez más las enseñanzas, las contemple y las integre en su propia vida, su voz interior, su sabiduría innata de discernimiento, que en budismo denominamos “percepción selectiva”, despertará y se irá fortaleciendo, y empezará usted a distinguir entre su guía y las diversas, clamorosas y cautivadoras voces del ego. Empieza a regresarle el recuerdo de su auténtica naturaleza, con todo su esplendor y confianza. Comprobará, en realidad, que ha descubierto en usted mismo su propio guía sabio. Puesto que este o esta guía le conoce a fondo, ya que “es” usted, está en condic iones de ayudarle a salvar, con creciente claridad y humor, todas las dificultades de sus pensamientos y emociones. Su guía puede ser también una presencia continua, alegre, tierna, provocativa a veces, que siempre sabe qué es lo que más le conviene, y le ayuda a encontrar cada vez más salidas a su obsesión por sus confusas emociones y reacciones habituales. Conforme la voz de su percepción selectiva se vaya haciendo más y más fuerte y clara, empezará usted a distinguir entre la verdad de esa voz y los variados engaños del ego, y podrá escucharla con discernimiento y confianza. Cuanto más a menudo escuche usted a ese guía sabio, más fácil le resultará cambiar sus estados de ánimo negativos, ver más allá de ellos, e incluso reírse de ellos como de los dramas absurdos e ilusiones ridículas que en realidad son. Poco a poco se irá viendo capaz de liberarse cada vez más deprisa de las emociones oscuras que han gobernado su vida, y ésta capacidad es el milagro más grande de todos. Tertón Sogval, místico tibetano, decía que en el fondo no le impresionaba que alguien pudiera convertir el suelo en techo o el fuego en agua; un auténtico milagro, decía, era que alguien pudiera liberar siquiera una emoción negativa. Así pues, en lugar de las murmuraciones amargas y fragmentadas que el ego le ha estado sirviendo toda la vida, se encontrará cada vez con mayor frecuencia oyendo mentalmente las claras instrucciones de las enseñanzas, que lo estimulan, advierten, guían y dirigen en cada circunstancia. Cuanto más las escuche, más orientación recibirá. Si atiende a la voz de su guía sabio, la voz de su percepción selectiva, y hace callar al ego, llegará a experimentar esa presencia de sabiduría, alegría y felicidad que es usted en realidad. Empieza en usted una vida nueva, absolutamente distinta a la de cuando se hacía pasar por su ego. Y. cuando llegue la muerte, ya habrá usted aprendido en vida, a‟ controlar esos pensamientos y emociones que, de otra manera, adquirirían una realidad avallasadora en los estados de la muerte los bardos. Cuando su amnesia a propósito de su identidad empiece a curarse, se dará usted cuenta por fin de que dar fin, al aferrarse al yo, es la causa fundamental de todo su sufrimiento. Comprenderá finalmente cuánto daño les ha hecho a usted mismo y a los demás, y descubrirá que lo más noble y sabio que se puede hacer es querer y apreciar a los demás antes que a uno mismo. Eso redundará en la curación de su corazón, la curación de su mente y la curación de su espíritu Es importante tener siempre presente que el principio de la ausencia de ego no quiere decir que hubiera un ego y que luego los budistas lo eliminaran; al contrario, quiere decir que ya de entrada no ha existido jamás ningún ego. Darse cuenta de ello se llama “ausencia de ego”.

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