Se instaló en el cementerio
de Carlos Paz en 2007, meses después de la muerte de su amo. Llegó solo y se
niega a abandonar el lugar.
La fidelidad en los perros
es una característica casi indiscutible. Capitán, un mestizo con algo de
ovejero, es un ejemplo extremo de eso. Hace cinco años vive en el cementerio en
el que está enterrado su dueño, en Carlos Paz, y puntualmente cada día a las
seis de la tarde se recuesta sobre su tumba.
La historia de Miguel y
Capitán, que hoy recoge el diario La
Voz , comenzó a mediados de 2005, cuando el hombre –pese a la
reticencia de Verónica, su mujer- llegó con el perro a la casa, como un regalo
para su hijo Damián Guzmán, que hoy tiene 13 años.
Al año siguiente, el 24 de
marzo de 2006, Miguel murió en el hospital de Villa Carlos Paz. Días después,
Capitán también se fue de la casa. Vivió un tiempito en la calle, a metros de
allí, hasta que finalmente los Guzmán le perdieron el rastro.
El reencuentro se produjo en
forma fortuita, un día que Verónica y Damián habían ido al cementerio. El chico
reconoció de inmediato a su mascota. “Comenzó a gritar que era Capitán y el
perro se nos acercó ladrando, como si llorara”, contó la mujer al diario
cordobés. Al momento de emprender la vuelta, pese a que lo llamaban, Capitán se
quedó allí.
Una semana después,
volvieron. El perro seguía ahí. Al irse, algo cambió. Los tres regresaron
caminando juntos. “Se quedó un rato con nosotros en casa, pero después volvió
al cementerio”, apunta Verónica.
Héctor Baccega es el
director del cementerio de Villa Carlos Paz y recuerda a la perfección el día
que conoció a Capitán. “Apareció acá solo y dio vueltas por todo el cementerio,
hasta que llegó, también solo, a la tumba de su dueño. Y eso no es todo: cada
día, a las seis de la tarde, va y se acuesta frente a esa tumba. Recorre el
cementerio conmigo todos los días, pero cuando llega esa hora se va para el
fondo, donde está la tumba de su amo”.
La familia asegura que nunca
llevó a Capitán al cementerio, por lo que es un misterio cómo llegó hasta allí.
Marta, que vende flores en el lugar, dice que lo vio por primera vez en 2007.
Tenía una patita quebrada. Le dieron antiinflamatorios y lo entablillaron. Nunca
se fue. “Se ve que quería mucho a su amo. Va a su casa, pero vuelve. Muchas
veces lo quisieron llevar, pero se viene para acá”.
Damián ya se resignó: “Lo
quise traer a casa varias veces, pero él se vuelve al cementerio. Si quiere
estar ahí me parece bien que se quede: está cuidando a mi papá”
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